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Decido, luego no existes

todaySeptember 2, 2021 9

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Decido, luego no existes

Si un ser humano ya no puede sentirse seguro en el seno de su madre, no tenemos derecho a esperar paz para este mundo.

Por: P. Eugenio Martín, LC | Fuente: Catholic.net

¿Cómo hemos llegado del “pienso, luego existo” al “decido, luego no existes”? El día 4 de marzo del 2024 el Parlamento francés incluyó en su Constitución el derecho legal del aborto. Ya desde el 1975 se dio a las mujeres francesas este pseudo-derecho con la aprobación de la llamada ley Veil.  Las disposiciones de esta normativa fueron plasmadas en 1979 a través de la así llamada ley de interrupción voluntaria del embarazo. Pero ahora se ha querido consagrar y blindar de forma definitiva en la Carta Magna, en un país donde el índice de natalidad se asemeja al del período de la postguerra.

Nunca mejor que en estos tiempos modernos, el cogito cartesiano, bien representado en la escultura del Pensador de Rodin, podría colocarse en su proyecto arquitectónico original de la dantesca puerta del infierno. El hombre entendido como “res cogitans” pone de relieve la importancia del yo, “que dice mucho” -según afirmaba Leibniz- y se impone como puerta y llave de toda filosofía. Pero a través del “yo trascendental” de Kant ha perdido toda conexión con la verdad objetiva y sus contenidos, convirtiéndose en una forma vacía. A partir de ahí, sólo se podrá mantener una relación con el ser a través del imperativo moral. Al renunciar a la búsqueda de una verdad que coincida con ese ideal clásico de la “kalokagathía” (la bondad y la belleza), puede Nietzsche llegar a afirmar que la verdad es fea, e imponer la propia voluntad de poder.

Ya denunciaba el gran pensador Urs Von Balthasar en la introducción de su magna obra, Gloria: “En un mundo sin belleza, (…) porque ya no es capaz de verla, (…) el bien ha perdido su fuerza de atracción, la evidencia de su deber-ser realizado; el hombre se queda perplejo ante él y se pregunta por qué ha de hacer el bien y no el mal. (…) También los argumentos demostrativos de la verdad han perdido su contundencia, su fuerza de conclusión lógica. Los silogismos funcionan como es debido, al ritmo prefijado, a la manera de las rotativas o de las calculadoras electrónicas que escupen determinado número de resultados por minuto, pero el proceso que lleva a concluir es un mecanismo que a nadie interesa, y la conclusión misma ni siquiera concluye nada”.

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